Las consecuencias de la pandemia de COVID-19 en la salud fueron graves en América Latina (AL) y el Caribe, un ejemplo claro: la esperanza de vida disminuyó en casi tres años entre 2019 y 2021, con una fuerte reducción del crecimiento de la población; las condiciones de salud mental se volvieron mucho más prevalentes, especialmente entre los jóvenes latinos; y la interrupción de los servicios sanitarios esenciales tendrá un efecto duradero en la salud de las poblaciones.
Estos impactos están documentados en el informe del Banco Mundial, “Construyendo Sistemas de Salud Resiliente en ALC: Lecciones Aprendidas de la Pandemia de COVID-19”.
Destaca que, para mejorar la resiliencia de los sistemas de salud y reducir el impacto negativo de futuras crisis sanitarias, se necesitan más recursos. Indica que, un informe reciente de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) recomienda una inversión anual objetivo del 1,4% del Producto Interno Bruto (PIB) en todos los países de la OCDE en relación con su gasto en 2019, centrándose en el personal sanitario, la prevención y las infraestructuras clave.
Sin embargo, con la reducción de los presupuestos para salud tras la respuesta a la crisis de la COVID-19, los países de América Latina y el Caribe deben establecer prioridades para el gasto en resiliencia de alto rendimiento.
Por otra parte, los sistemas de salud resilientes son conscientes de las amenazas y de lo que impulsa los riesgos, ágiles para responder a la evolución de las necesidades sanitarias de las poblaciones, con capacidad de absorción para amortiguar las emergencias de salud pública, incluidas las consecuencias del cambio climático, con capacidad de adaptación para minimizar las interrupciones de los servicios de salud esenciales y con capacidad de transformación basada en las lecciones aprendidas. Mejorar la resiliencia de los sistemas sanitarios es también una condición para lograr una cobertura sanitaria universal efectiva para todos.
El informe del Banco Mundial propone cinco inversiones prioritarias para ser consideradas por los Gobiernos.
Lograr una cobertura sanitaria universal efectiva mediante una atención primaria de alto rendimiento que satisfaga las necesidades de los más vulnerables, una mejor prevención y promoción de la salud, la capacitación de los trabajadores sanitarios y la habilitación de sistemas digitales.
Garantizar que los sistemas de salud estén preparados para emergencias invirtiendo en sistemas de vigilancia inteligentes y redes de coordinación, creando un sistema multisectorial de prevención y respuesta, invirtiendo en capacidades de refuerzo, incluidos profesionales de la salud pública, y aprovechando la atención primaria de salud para mejorar la vigilancia y la respuesta.
Garantizar una financiación adecuada para la resiliencia del sector sanitario, incluida la disponibilidad de financiación de emergencia, el impulso de los impuestos sanitarios en las reformas fiscales y la inversión en intervenciones inteligentes para la eficiencia, la prevención de enfermedades y la mejora de los resultados sanitarios de la población.
Adoptar un enfoque que abarque toda la vida para invertir en mejores resultados de capital humano, comprometerse con la salud y la nutrición en los primeros mil días de vida; volver a enfocarse en la vacunación para todos, incluidos los adultos; invertir para reducir los embarazos de adolescentes y abordar los comportamientos de riesgo; e invertir en intervenciones multisectoriales clave que promuevan una longevidad saludable.
Construir sistemas sanitarios resistentes al cambio climático y climáticamente inteligentes integrando la salud pública, la salud de la población y los sistemas de vigilancia del cambio climático; invertir en esfuerzos de adaptación para proporcionar servicios esenciales durante futuras crisis sanitarias y en esfuerzos para reducir la huella de carbono del sector sanitario.
Con este conjunto de inversiones prioritarias, se ofrece como una herramienta para ayudar a los Gobiernos a orientar la priorización de las inversiones en el sector de la salud, un proceso que también requerirá un fuerte liderazgo local y nacional; una infraestructura de atención de la salud dedicada y adecuada (que incluya infraestructura de datos, modelos de atención y otras intervenciones, todas adaptadas a los contextos locales), y la colaboración internacional para invertir en bienes públicos regionales y globales.